Esta es una de esas historias que toca vivirlas para entenderlas, porque una cosa es que llegue una pareja en una fiesta y nos cuente que viven en una finca y tienen un estudio de soluciones digitales, y otra es sentarse en la fogata en medio de la noche, con un cielo rebosado de estrellas y escucharlos atentos mientras cuentan que hace un par de años trabajaban en grandes multinacionales, que ganaban suficiente para escaparse a la playa un par de veces al año y que su apartamento era 5 veces más grande que su casa actual.

Toca vivirlo porque no es fácil de comprender a la primera. Es decir, no a todo el mundo se le ocurre dejar su trabajo y las oportunidades de una gran ciudad (Bogotá) para vivir en una casa de 18m2 en medio del bosque y seguir trabajando en lo mismo; sin embargo después de varios tintos, pasabocas y masmelos quemados entendimos en efecto es posible y tiene mucho sentido. Pero es mejor que se lo expliquen personalmente.

Nos gusta este proyecto porque es como si invirtieran el sentido de la frase “En casa de herrero cuchillo de palo”. El concepto de vivienda es muy interesante ya que su reducido tamaño (es una casa de 18mt2 en dos pisos, cada uno de 9mt2) hace que sea muy fácil de sostener en términos de energía eléctrica y agua, con lo cual su sistema de energía solar fotovoltaica es pequeño y eficiente, mejor dicho proporcional. En detalle:

  • El sistema de energía solar fotovoltaica que utilizan les proporciona 60w por hora
  • La casa solo necesita dos bombillos -uno para cada piso- y cada uno consume 5w
  • Tienen además un televisor LCD de 32″ y una consola de videojuegos
  • La luz del baño y el sistema de sonido de la casa son dos aparatos independientes que se cargan con energía solar
  • El sistema completo tuvo un costo aproximado de COP$600.000
La Guía Solar - Todo lo que necesita saber sobre paneles solares y energía solar fotovoltaica

En esta pequeña casa viven dos personas y se alimenta con una planta solar de 60w.

Otro aspecto interesante de esta construcción es que la casa no tiene tuberías, con lo cual toda el agua desemboca a la tierra. Cuando le preguntamos a sus dueños sobre el impacto de estos resíduos la respuesta fue muy simple: utilizan productos de aseo biodegradables, de manera que no afectan el lugar donde desemboca el agua y por el contrario, el pasto alrededor del tubo de desagüe es mucho más alto y verde que el área alrededor. Obviamente hay ciertos resíduos que no funcionarían bien con este sistema pero para eso cuentan con otro baño fuera de la casa que funciona con pozo séptico.

Donde convergen la tecnología y la naturaleza

Después de conocer los detalles de su proyecto de vivienda (y de vida en general) nos llamó la atención la forma en que logran a su vez conectar toda esta filosofía con su trabajo, ya que era inevitable que todas estas alternativas terminaran en un puesto de trabajo convencional. En teoría, nos explicaban que la tecnología es útil pero “torpe” al mismo tiempo, ya que el uso de la tecnología por lo general genera resíduos que en muchos casos son difíciles de renovar (los dispositivos que utilizamos para hacer uso de la tecnología, los recursos que se utilizan para mantenerla, etc.). La naturaleza por su parte no produce resíduos, ya que cuando un organismo deja de vivir se convierte inmediatamente en alimento para otros organismos y luego en abono para la tierra que permite que nazcan otros más. Siguiendo este principio, ellos siempre buscan optimizar al máximo los recursos y procesos que requiere su negocio que es la producción de contenidos y productos digitales (videojuegos, aplicaciones, sitios web, música, video), y que en este contexto se traduce en un buen balance entre su experiencia profesional, las herramientas adecuadas y un cronograma detallado de tareas que para sus clientes justifica claramente el tiempo que se toma desarrollar un producto digital. Sobra decir que en ese lugar el tiempo funciona de manera distinta, ya que en palabras de ellos no existe lunes ni domingo, pero pueden estar programando una aplicación y lanzando piedras en el río una hora después.

Reflexionar es inevitable

Y ya llegando el final de una tarde de domingo nos despedimos y volvimos al pueblo (Guasca, cundinamarca) para tomar el bus de regreso a Bogotá. Quizás el hecho de vivir una experiencia tan poco convencional y a su vez tan cercana (porque como redactores del blog estamos empapados de Internet y trabajamos en el mismo medio), mientras las siluetas de los árboles disminuían y aparecían las luces de los conjuntos residenciales de la ciudad, nos hizo pensar en que los cables que nos mantienen sentados frente a un escritorio no son propiamente cables eléctricos ni cables de una red de Internet, sino más bien cables imaginarios que se conectan de sus extremos a unos arquetipos laborales que hasta este fín de semana eran incuestionables; al verlos a ellos en sus hamacas planeando su próximo proyecto con sus iPads y sus tazas de café comprendimos en detalle la forma en que combinan la tecnología y la naturaleza para disfrutar y hacer cada vez mejor lo que hacen, como si en vez de lanzar ideas a rebotar en una sala de reuniones soltaran pequeños globos llenos de soluciones que irán a reventar -cuando sea el momento- en sus próximos proyectos.

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Categorías: Sostenibilidad.

Comments

  1. “…pueden estar programando una aplicación y lanzando piedras en el río una hora después”. Me encanta esa opción de vida. Ese lugar debería llamarse “Silicon-Guasca”.